Antiguamente, la palabra “estrés” se utilizaba en física para describir la fuerza interna de un cuerpo que reaccionaba a una fuerza externa, dando lugar a una respuesta de resistencia. Piénsalo como cuando alguien te empuja, inconscientemente tú le devuelves el empujón, ¿no?
Pues el cuerpo humano hace exactamente lo mismo, pero su “empujón” tiene forma de eczema, de caída de pelo, de apnea, de nausea, de ansiedad; y la lista es interminable. Si este estrés perdura en el tiempo, la cosa empeora, afectando a todos los sistemas del organismo; desde alteraciones del funcionamiento cerebral, problemas de fertilidad o incluso reducción de la densidad ósea.
Ante este panorama, lógicamente nos preguntamos, ¿de qué manera podemos reducir el nivel de estrés de nuestro cuerpo? Y aquí es donde entra en juego la magia de las escapadas rurales.
Múltiples investigaciones han demostrado que el contacto con la naturaleza, el cual experimentamos durante las escapadas al entorno rural, no solo reduce el estrés acumulado de la vida cotidiana, sino que también tiene efectos medibles en nuestra salud física y mental.
En entornos naturales, los niveles de cortisol, la principal hormona asociada al estrés, disminuyen significativamente. Esta hormona se libera de forma natural durante el día, pero ante situaciones de estrés o peligro sus niveles aumentan, preparándonos para enfrentar cualquier amenaza. Sin embargo, esta respuesta hormonal no diferencia entre peligros reales como el ataque de un león y situaciones menos críticas como el ruido del tráfico en un atasco. Por esta razón, la vida urbana, saturada de estímulos y en constante ajetreo, mantiene demasiado altos los niveles de cortisol en nuestro cuerpo.
Una de estas rutas incluye la reducción de su producción a través de la activación del sistema nervioso parasimpático, el cual disminuye la frecuencia cardíaca, la presión arterial y hace que los músculos se relajen. Este cambio corporal le manda una notificación al cerebro de que nos encontramos en un lugar seguro y así le da unas “merecidas vacaciones” a toda la maquinaria encargada de la fabricación del cortisol. La otra ruta implica la reducción de los niveles de cortisol en el cuerpo, favoreciendo así su degradación y eliminación. En este proceso, el hígado y el riñón son los protagonistas al transformar el cortisol en una sustancia más soluble para que sea más fácil de eliminar.
Independientemente de la ruta que se utilice, la práctica constante de las técnicas de relajación en el medio rural ofrece beneficios que van más allá de la bajada temporal de estrés. Se convierte en un ejercicio muy eficaz para incrementar la capacidad del cuerpo en autorregular los niveles de cortisol a largo plazo, permitiendo controlar de manera automática los picos de esta hormona ante las tensiones cotidianas.
Sentirse más descansado después de una noche en una casa rural no se debe solo al efecto calmante de la bajada de cortisol; las hormonas y neurotransmisores encargados del sueño también se ven influidos de manera muy positiva.
Una razón clave es la disminución de la exposición a la luz azul emitida por las pantallas de dispositivos electrónicos. En una escapada rural, donde no tenemos que trabajar y el móvil puede dejar de ser una extensión de nuestro brazo, la exposición a esta luz se reduce notablemente. Esto simple gesto aumenta la producción de melatonina, la principal hormona encargada del ciclo sueño-vigilia, mejorando la calidad del descanso y reduciendo problemas como la fragmentación del sueño o incluso el insomnio.
La relajación y el buen descanso son dos conceptos que normalmente asociamos a una escapada rural, pero, ¿y una mejora en el sistema inmune?
En la naturaleza, reducimos la exposición a la gran cantidad de contaminantes propios de la ciudad; las partículas finas, metales pesados o compuestos volátiles orgánicos (COV) son algunos de los contaminantes que provocan una bajada en caída libre del sistema inmune. Un paseo por el sendero de un río o descansar bajo el sol en un precioso prado son algunas de las actividades rurales, que nos conecta con la naturaleza y al mismo tiempo mejoran la oxigenación de cada una de nuestras células, ayudándonos así a aumentar nuestras defensas.
Estudios recientes también ponen el foco en los iones negativos que están presentes en grandes cantidades en todo el entorno natural. Estos iones influyen de manera positiva en el sistema inmune actuando como antioxidantes naturales, ayudando a neutralizar los temibles radicales libres que provocan desajustes en la respuesta inmunitaria. Pero no solo se reducen a esa función, estos iones además actúan sobre los niveles de serotonina, neurotransmisor asociado al bienestar, potenciando la salida de tropas de nuestro sistema inmune ante cualquier infección.
Gracias a la comparación de los diferentes estudios, podemos afirmar que las investigaciones continúan respaldando la revolucionaria frase que Hipócrates hizo, allá por el siglo V a.C., «Nature itself is the best physician». Frase con la que no solo acentuaba la importancia de los factores naturales en la salud, sino que con ella sentaba las bases de lo que hoy conocemos como la medicina moderna.
Y es que ese enfoque alternativo, que promueve la armonía con la naturaleza, sigue buscando hoy en día el preciado equilibrio entre el cuerpo y la mente. Las estrategias naturales, como las escapadas rurales, son un buen punto de partida para alcanzar este bienestar, proporcionándonos una vía de escape para el estrés cotidiano acumulado y revitalizándonos para poder volver a la ajetreada rutina con un buen subidón de energía.
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